martes, 6 de septiembre de 2011

CONDENA AL FRACASO

Amado lector… tú, que te has atrevido a robarte unos minutos de tu tiempo. Me excuso, pido perdón, me arrodillo, y de nuevo te agradezco si alguna vez leíste alguno de mis pensamientos, o cuentos, o historias o ideas desgarrafales que me da por publicar. He tomado mi Blog como un espacio libre para dar a conocer lo que siento, como lo veo, como lo percibo, como me afecta. Así me construyo como individuo con todo y mis defectos y mis miedos.

He caído en el ‘error’, tal vez en la tentación de abrirme como un libro y quitar una a una las prendas que me cubren, desvelando los morados de mi piel, cicatrices y heridas que a lo mejor nunca llegarán a cerrar. Soy acérrima creyente en el amor, en la ilusión, en los sentimientos, y me desvelo por un profundo romanticismo que defiendo, por el que lucho con espada en mano, y daré mi vida si es posible. El amor, como lo conocemos, lo revuelco y lo redefino cuanto pasa, pues notará que algo de amor estará siempre presente en mis escritos.

A eso le apuesto y siempre apostaré.

¿Qué pasa? Me condeno, me condeno a mí y a mis palabras, me condeno a mis escritos y a mi renuncia de ser lo que soy, en lo que no tengo fe, en lo que no confío y en lo que no doy un peso. Me condeno como escritora, me condeno a mi fracaso, y desolada y triste lo trasmito como otro de mis pensamientos que se derraman, lentamente, como un líquido muy denso, como el mercurio tal vez…

Mi magia que se agota cada vez que escribo más palabras, comienza  a ser un sonsonete que aturde y cansa. Las historias de amor disfrazadas en simples metáforas como la bruja que acribilla al despreciable amante, como la isla que alberca ese elixir de la vida, la ambrosía de los dioses, como Palas Atenea que cuida con su sabiduría mis noches, y me toma con su ‘blanca mano’.

Pero me he equivocado una vez más, lo he hecho en público, he desnudando mi esencia donde podría ser descubierta y donde yo no la encontraba, disfrazadas tras el triste y traslúcido aumentar de un contador que atrae mirones, curiosos, aficionados, o básicos voyeurs como yo, miradores del destino, observadores, que sólo quieren ver lo que pasa, pero a medida que los ojos descubren y corren la cortina que a veces parece rosa, pero indudablemente es negra y mal redactada se cae nuevamente en el fracaso de no esperar más que no volver a mirar.

Esta es mi condena, la que no quiero trasmitir, la condena de las palabras mal dichas, los espacios mal configurados, los adjetivos repetidos, la misma tendencia que recorre lo que digo en circunloquios mal hablados… a eso, a eso no le apuesto más… como seguramente usted no le apostará a mí.

Sin antes pedir arrepentida perdón…

Suya….

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