viernes, 25 de febrero de 2011

CONFESIONES

Ahora que estoy aquí sentada mirando el mar, sintiéndome más pequeña que nunca, más grande que siempre, disfruto como mis dedos se adhieren a la arena.  Me gustaría hacer unas confesiones, pequeñitas aunque sean.  Como esas épocas de nadaísmo que te tocan el alma.  Pero a veces el alma se me escapa con los suspiros y las chispas de la noche.  A veces me envuelven miles de sentimientos y me gustaría recluirme en una biblioteca y leer todos esos libros que siempre quise tener.  En algunas ocasiones quisiera entenderte, Sartre.  Pero mis capacidades no me lo permiten, si acaso llego hasta el ser y hasta la nada y ahí me recluyo con sus confusiones y complejidades.  De vez en cuando me convierto en asesina de pensamientos, de seres, de ideas y de sueños; y me convierto en suicida, lo juro que me convierto.  Pero entre los sueños de la noche y el amanecer y las mañanas, hay una larga historia de viajes y vidas pasadas.  Casi siempre me despedazan los miedos.  Miedo a olvidarme, a olvidarte, a olvidarnos.  A perderme en ese mar que siempre me ahoga y es salado.  Ese mar en el que sola nado, repleta de tiburones que siempre me invento, e ignorando los rescatistas que casi nunca veo.  En algunas tarde me estremezco y me recluyo en mis emociones, ahí me pierdo y me muero, después de ellas no hay vida, ni castillos, ni dragones, ni soles, ni calabazas…  Ni siquiera hay ideas de un oasis, porque todo es desértico y moribundo.  ¿Qué hay más similar a la nada que un desierto? Si estás allí sentado en un montículo de arena infinita que nunca acaba, nunca termina.  Te golpéa con su agreste viento, y te carcome con su inclemente sol.  Pero, ¿Cómo has llegado a ese desierto? –Creo que alguien te puso ahí, cuando despertaste de ese largo sueño.  Creo que te pusiste tu misma y dejaste que se te agarrada del cuello como una sombra que no puedes ver pero que te acompaña mientras caminas.  De repente me volteo a toda prisa, sorprendo a mi sombra y la veo oscura y traslucida como es ella, tiene mi forma y mi tamaño, mi silueta.  Te grito que te largues, y en cuanto pronuncio palabra, te metes por mi boca como si fuera a un precipicio y solo escucho el eco de un Ahhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!

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