domingo, 2 de enero de 2011

DRAGÓN DE LA NOCHE

El dragón de la noche tiene el cabello largo y los ojos oscuros, el cuerpo tallado y la piel dorada. Las carnes firmes y los músculos sólidos. Su rostro se cubre de una incipiente barba, que le adorna con el humo del cigarro.  Su mirada profunda y sus facciones fuertes, conjugan con sus movimientos rítmicos y sensuales.  El dragón de la noche anda descalzo y de sudadera negra.  Su mirar oriental se inspira en el odio y el pecado, pues su cuerpo es templo de seducción.

Esa noche el pasillo Zaravanda albergaba otro cuerpo, y el dragón de la noche se encontraba ahora muy lejos. Donde las voces discordantes no alcanzan y el rostro de su amada nunca antes fue observado.   Ahora se encuentra sumido en la prisión, el vacío y el silencio, donde el viento no le rosa sus cabellos, y donde sus perfectos movimientos marciales se encuentran ahora ignorados.
El dragón de la noche es el diablo, y aunque sus ojos no son rojos; su costado izquierdo derrama sangre y sudor; allá donde su cerebro funciona de forma fractal, y donde solo hay cabida para placer y el heroísmo, hay un hombre vacío y sediento.

El dragón de la noche alcanzó a la princesa del castillo, la princesa de los cabellos negros; la robó de los brazos de la luna, la hurtó hasta el escondite más profundo y a ella se fundió.  En sus piernas, en sus labios carnudos y en sus olores, en su saliva y en su esencia se extasió y caníbalmente devoró sus huesos hasta dejarlos tiernos y rojizos.  Así lo hizo, hasta que su cabello perdió brillo; y su voz no modulaba sonido.  Porque ahora ella, la reina de la noche, vivía para amarlo y complacerlo, aprendió de las artes y los placeres, a comprender su lenguaje extraño y sus hábitos nocturnos; a moverse a un ritmo lento; y a emitir las esencias que le complacían.

Entonces, el dragón de la noche se consumió en sus encantos como papel en la hoguera, surcando sus aguas y cuevas, disfrutando de sus profundidades y vacíos, y la fumose como si entrara en trance hasta que sus corazones latieron a la misma velocidad, sin darse cuenta que el amor que despertaba lo llevaba a su aceleración.

Pero a media noche, donde el aire es más frío y la luna más densa; el dragón de la noche escapó de la cueva y salió a comer carroña, pues ya nada le complacía, y el laberinto de su cerebro no encontraba el retorno al olvido, donde todo es inconcluso y los sentidos están perdidos… Ahora vagaría en el mundo del todo; donde no había lugar a la nada; donde las tierras fértiles no tenían nada que pudiera sorprenderle, donde la magia de las hadas eran volátiles y el poder de las artes se habían extinguido; ahora el arte de amar no tenía sentido… entonces siguió volando a buscar inspiración.

1 comentario:

Marco dijo...

Me gustó mucho, está de locos.