viernes, 16 de diciembre de 2011

Las Flores


Aquella mañana llegaron frescas, abrazadas, envueltas en un paquete precioso. Seguían cerradas, no conocían la luz del sol. La princesa, que ansiaba tenerlas cerca; las colocó en aquel hermoso florero persa. 

Lentamente se abrían, frondosas, maravilladas por el alba y la crisálida de los días. Unas gotas de sol y unos cuantos rayos de lluvia adornaban su follaje, tan dulce y delicado. 

Y la sonrisa de la princesa alumbraba con luz y larga vida tan hermosa creación. Ellas, cálidas y vanidosas crecían, derrochaban esplendor.

Más un día la oscuridad llegaría al reino… La princesa sollozante y triste, remordía los días y las horas en lágrimas hecho mares. Lo sigiloso de los segundos empeoraba con el color de las nubes, que se hacían grises… más grises. 

Pero Ellas, percatadas y leales, deshojaron sus pétalos... Y sus pistilos cayeron al vacío. Sus vidas, que se hacían efímeras con el paso de los segundos, se desplomaban abatidas, desprendiendo su existencia al tropiezo de las lágrimas.

Esa misma noche el sirviente le diría:
- Princesa. Su calvario es un suplicio. Su angustia ha creado tanto desconsuelo, que hasta las flores ha hecho perecer.

La princesa, pausada, y con ojos de esperanza respondió:
- Ellas no deshojan de la tristeza… Ellas enardecen de lo fecundas…

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