Sale una mujer corriendo de su cabaña con dirección a la costa, gritando:
- ¡Hernán Emilio! ¡Hay una mujer ahogándose en el mar!
El hombre, que andaba en su cuento, no se había percatado de lo que ocurría, a lo que salió detrás de la mujer:
- Carmen Cecilia, que sucede, ¿qué pasa con la algarabía?
La mujer molesta, le mira con rencilla y señala con el dedo algo angustiada:
- Hay una mujer a lo lejos de la playa ahogándose en el mar, está quieta, no se mueve ni se inmuta. Se está dejando ahogar.
- Entonces iré a ayudarla, responde Hernán Emilio, y se lanza velozmente a la mar.
Al cabo de media hora, y con mucho esfuerzo en sus brazos, Hernán Emilio, regresa con el cuerpo de la mujer, que parece seguir consciente, la socorren e interrogan:
- ¿Quién eres?
La mujer, que parece no escuchar nada, empieza a hablar una sarta de sandeces incomprensibles, casi que en un idioma indescifrable.
- ¿Cómo le podemos ayudar?
La mujer sigue hablando desesperadamente… Al final, Hernán y Carmen, se dan cuenta que la mujer es ciega, además, responde a las preguntas sin coherencia, es sorda. No le prestan atención, los socorristas continúan con su interrogatorio, preocupados por prestar ayuda:
- ¿Se encuentra bien? ¿Le podemos ayudar en algo?
De repente, la mujer recobra algo de consciencia en sus palabras y empieza a contar su historia. La mañana que ya se agotaba desde que la mujer fue rescatada en la madrugada, llegaba con su calor de medio día. La mujer poco a poco recuperaba el color, y al tiempo que contaba y contaba su hazaña, recobraba la vista, la audición.
Los espectadores sorprendidos la miraban, con asombro y algo de temor. Pero la mujer continuaba escupiendo sus ideas, su dolor
Al llegar la noche, después de mucho parlotear; la mujer termina su historia, y alejándose con una sonrisa hermosa, a lo largo de la costa, se despide, ya no hay más. Casi que trotando se retira, y les dice:
- Gracias. ¡Me he logrado desahogar!
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