Ayer vió al fuego volar. Se convirtió en él. Yo misma vi como salía de su negra superficie y se incorporaba en el viento. Era pura magia. Yo estaba hipnotizada, con el cabello de lado y semidesnuda. Mi manto era el cielo y las estrellas se movían al sur, mientras las grises nubes las trataban de golpear. Pero Galateo seguía allí, alumbraba con luz propia, y sus labios eran fuego y eran pasión. Allí estaba mi constelación más cercana, abrazando mis dedos y jalando mis cabellos.
Jalaba y tiraba, y la cuerda no se soltaba, al contrario se alargaba; pero la distancia era la misma que no nos separaba. Porque no existía. Era producto de mi imaginación. Entonces yo creaba paisajes en la oscuridad, y hacía que las sombras se movieran, y que las luces retornaran a mi botella de vidrio.
También guardé unos besos, para el camino. A veces andar por el desierto te puede dejar fatigado. Pero esta noche, ni siquiera el cruce completo de Egipto arrancaría de mis venas ese objetivo. Ya lo había escrito, y así estaba planeado. Lo que no sabía es que la marejada parecía en mi contra y Urano se quedaría estacionado por un largo rato mientras la lluvia penetraba mis vestiduras.
- No más Galateo, es hora que partas, pues mi camino es largo y el tuyo más.
Me alejé con una sonrisa gigante mientras las montañas abrían paso a mi camino y las ramas de los árboles hacían camorra para que avanzara más rápido.
No se cuanto caminé pero llegué a donde quería. No más ríos ni lagos, me estaban aburriendo. Ahora de cara al mar y los arrecifes, miraba mi rostro dibujado contra el agua, y la arena casi blanca, delicada y suave me llegaba a los tobillos. Me derretí ante el sol del ocaso y mi piel enrojecida se desvaneció de la realidad. Aquel estado en el que siempre quiero caer pero mi consciencia lo espanta; el lugar donde van las almas de a siete, y los espíritus deciden volar lejos del cuerpo. Aquel lugar donde la realidad es la que tu pintas, y tus deseos son los que se realizan.
Me convertí entonces en tigre y salí lejos de mi cuerpo; al son de la escalada, mordí ardillas y conejos, y volé entre las rocas; rayé las piedras y salté acantilados. Era tan libre que nada me podía faltar, entonces asesiné hombres y me enfrenté a grandes osos, hasta que en medio del éter me convertí en vapor caliente que salía de una grande roca en medio del océano… Y era venerada como la diosa del gas y mi color era rosado. A veces de mí emergían chispas y destellos lumínicos; entonces caí y mis formas se destrozaron, mi rostro se ralló y mi cuerpo se diluyó en el viento. Era basura boreal. Un trozo del universo, frio y congelado; siempre a la intemperie de la no gravedad. Siempre esperando que un cometa me arrastrara y me llevara muy lejos en su fuego congelado. Pero allí permanecí por decenios, hasta que mi cubierta se llenó de moho y en forma de hoja retorné a mi cuerpo, ya envejecida con el tiempo y con las carnes flotantes y arrugadas. Abrí los ojos y fue el último suspiro de mi vida, pues ésta se había esfumado en la playa.
Entonces morí y mi cuerpo se desintegró en la arena.
- Al fin a tu lado Galateo… Pasé mi vida en el hechizo de la imaginación para envejecer y regresar a tu lado. Pero esta vida fue como una eternidad, pues el mundo del no cuerpo tiene mil instantes que duran un mil segundos. Pasaría un mil momentos más como esta existencia con tal de no ver otros ojos que los tuyos, y amar otro cuerpo que al tuyo.
- Ya no soy de este mundo. (Decía mientras miraba a la nada). He pasado otra escalada. Mis ojos ya no son los mismos, y mi cuerpo ya no es el mismo. Pertenezco a otro lugar, no me alimento de lo mismo, y mi cuerpo ya no se encuentra sino en los recuerdos de la galaxia.
- ¿Entonces que tendré que hacer Galateo? Ya no corras más, pues estoy algo agotada. Deja me incorporo en lo poco de arena que eres, y descansaré un rato, mientras desaparezco también de aquí.
- Pero si fuiste tú quien partió la última vez. No hay forma que yo pueda escapar.
- Así es, tu te alejaste mientras yo recorrí el camino que me pediste que siguiera. Me lo enseñaste, pero me quedé en un arrecife, este en el que ahora yazco. Y al que sabía vendrías, una vez retornaras.
- Sí, pero has tardado mucho. Y ya estoy lejos de aquí…
Entonces entre la arena enfurecida, creció un nuevo mi cuerpo dorado como el sol, con las carnes fuertes y firmes, los pechos generosos y el trasero redondo y valiente. Las piernas largas y exuberantes para correr y la cabellera negra y larga para encantar en la noche, pues los forasteros fácilmente se embriagan con el olor de un cuerpo amazónico.
De mi mente se borró Galateo. Pero en su memoria permanecí, y lo maldije a vagar nómada en el Oriente. A ser presa de piratas, riñas, hambre y enfermedad. Galateo había despertado mi furia y mi recuerdo se grabaría por siempre en su mente, donde la mía nunca llegaría más. Por eso lo envié lejos, a otro continente, a las Atiadas, lejos de donde me encontraba, pues si algún día volvería a verme sería absuelto de sus maldiciones y yo sería condenada a amarlo por siempre. Pero yo había puesto un dispositivo en nuestros cuerpos y nuestras energías nunca se volverían a encontrar.
Entonces Galateo, reticente a la peste, y a la vejez, decidió luchar por su destino y recuperarse a sí mismo, a su vida, a su fantasía, y las mujeres que custodiaba en las noches. Quería desencadenar las maldiciones, y volver a reinarme, poseerme como siempre lo hizo. Así, con una daga puntuda dorada corrió por continentes, vagando siempre en dirección opuesta a mi presencia, repelido por las mujeres, y odiado por los hombres, hedía en busca de su identidad, tratando de recordar su nombre y su memoria pues en su mente solo veía mi rostro... rostro que yo nunca vislumbré, pues me dediqué al humo y al amor, a la danza y a la música… Y nunca nada sonó como Galateo, ni nada se parecía a él, pues su recuerdo se había borrado.
Entonces, cuando él, habiendo llegado a la cúspide más lejana de mi presencia, dobló el espacio y el tiempo; lanzó su daga adolorida, donde su memoria solo veían mis pechos, y allí la clavó con dolor y falleciendo lentamente, grité su nombre restableciendo el pasado donde dejó mi cuerpo en la arena, y fundidos en una sola masa, quebró la maldición y así todo lo que había ocurrido, hasta llegar a ese instante, donde introduje estas memorias en su mente y le miré por última vez mientras me despedía…
18/01/2011 18:09