Hace mucho tiempo existió un buen hombre que habitaba en una granja. Además de desempeñarse bien como leñador, se dedicaba a los oficios del cuidado de los animales y la agricultura. El joven granjero, un día se vio en la necesidad de recurrir a la región contigua, pues el río que bañaba su cabaña se estaba secando. Peter el granjero inició una labor investigativa en que descubrió que su río nacía en el castillo de una malvada bruja. A pesar de ello, el granjero valientemente accedió a hablar con la misteriosa mujer, en búsqueda de sacar algún beneficio positivo para la región. Se acercó pronto y tocó la enorme puerta de madera llamando por atención de la bruja.
Cabilda se asomó a responder el llamado de la
puerta, y camino a su encuentro, se sorprendió. No esperaba a un apuesto granjero
en las puertas de su palacio. Ella esperaba una legión de duendes que pronto
llegarían para asistirla en su evento anual de aquelarres… ¿Qué haría? Para
ella se trataba de un príncipe bueno que había desempolvado su incógnita
existencia. Asombrada ante la situación, decidió realizar un hechizo para verse
físicamente de la mejor manera posible, aunque no fuera mucho… Pues era una
simple bruja… Abrió la puerta, y allí estaba el joven granjero a quien atendió amablemente y le invitó a seguir a su humilde morada.
El granjero entró y exhaló, -mucho gusto, soy Peter!-.
Con una sonrisa de oreja a oreja, y con la amabilidad que caracteriza a los
granjeros de la región de Azkajabán, le contó a la bruja todas las peripecias
que tuvo que pasar hasta llegar al castillo... Esto llamó la atención de Cabelda, y
sintió ternura por tan hermoso gesto. Con ello, le hizo su huésped, le dotó de vestuario, colocó a su disposición la habitación más grande y le invitó a
quedarse cuanto tiempo gustara. A su llegada, la bruja le ofreció manjares, bebidas,
frutas y postres… Le llevó en su escoba a recorrer los siete cielos, y a hurgar
por los profundos mares de las bahías escondidas. Recorrieron el límite
de los abismos, y subieron hasta las lejanías del cielo en Torre Verde donde
los remolinos se confunden con la aurora, y se mezcla con la lluvia de las
estrellas… El granjero estaba sorprendido, jamás pensó que podría encontrar en
la aparente amargada bruja, un maravillosísimo ser, y más aún, una gran amiga…
Pasaron meses e incluso años, y el joven granjero
se sentía a gusto en aquel lugar donde había sido tan bien atendido. Con el
tiempo, conoció los secretos del caldero, y la magia de los gorros puntiagudos, el
porqué de las verrugas de una bruja y los secretos de los seres más místicos:
duendes, dragones, momias, vampiros, y todas las criaturas que para él habían
sido siempre horripilantes… Para Cabilda, todo esto era un sueño. Sentía como
si el príncipe que leía en los cuentos de hadas, por primera vez se olvidaba de
las princesas de terciopelo y decidía encontrar el verdadero corazón de una
horrible bruja como ella. Había tocado a su puerta por deseo propio y eso era
lo único que le importaba… Así pasó el tiempo, hasta que llegó la noche inesperada… La noche a la que
siempre había temido. Las pesadillas lo presagiaron en sus sueños durante trece
noches… Los guayacanes habían perdido hasta la última de sus hojas color rosa y sólo se veían en el horizonte los colores grises del pantano...
Peter tocó su puerta y un cuervo la miró a través
de la ventana. Cabilda simuló que nada ocurriría y atendió el llamado del joven
granjero. Tomó sus ásperas manos y habló a ella con el corazón. Empezó a
decirle que se sentía a gusto y que ahora más que nunca pensaba que su vida
tenía sentido, pues las fuerzas que lo ataban a la bruja eran casi que
incontenibles y ancestrales… Por un momento Cabilda no parpadeó más, perdió el
aire; sintió que sus mejillas se colocaron color rosa… Peter le dijo que
había ido al palacio sólo para pedirle que moviera la enorme piedra que
obstruía el paso de agua en el río que pasaba cerca de su cabaña. Cabilda
suspiró y repuso, -tus deseos son órdenes joven granjero, has sido mi huésped durante
muchos años, mereces esto y mucho más-, tomó su varita mágica y levantó la
piedra, y la colocó lejos... Retomando el diálogo, Peter agradeció y arguyó,
-aún queda algo más por decir-. Cabilda suspiró una vez más y esperó con anhelo las
palabras de su amado... Sí, era su amado... Se había enamorado de un humilde
granjero, que no tenía más que un hacha y una cabaña. Para ella, lo único que tenía ante sus ojos, era el más fuerte y rozagante corazón… Palpitó y esperó compungida... Peter replicó:
- Debo irme y rehacer mi vida… Debo volver a mi granja
y retomar lo que dejé atrás. Hemos pasado momentos muy hermosos, pero ya es mi
hora de buscar esposa-.
- No te vayas!, susurró Cabilda. –Dame la
oportunidad de amarte y ser tu princesa, aunque en el fondo sea sólo una
desagradable bruja.
- No lo comprenderías, sonrió el granjero. –Para mí
sólo eres una bruja. Te tengo miedo. Me asustas… Creo que no podrías darme la
vida que quiero.
…Pronunciadas estas palabras por el joven leñador,
la bruja se transformó en colores púrpuras y rojos, cambió su aspecto al de un
demonio, brotaba fuego de sus orejas, y su cabello eran matorrales en llamas. La bruja estaba histérica y llena furia al escuchar estas crueles palabras. Peter se quedó atónito, impresionado como
nunca. Entonces, sin nada más que decir ante semejantes argumentos, Cabilda mencionó su último hechizo: - Has sido cruel y banal. No has
mirado al interior de mi corazón… Ahora, con estas palabras, yo te condeno a
ser un granjero errante, a que encuentres el amor a tu suerte. Te maldigo y te castigo
a sufrir del frío del desamor…
Dicho esto, la bruja desapareció, y con ella se
esfumó el castillo y la roca que había impedido el paso de agua en aquel río…
Con el tiempo, la joven bruja renunció a las artes oscuras y con el poco amor
que quedaba en su corazón a causa del desalmado granjero, se formó para ser una princesa...
Con el paso del tiempo lo logró y fue condecorada como La Princesa Corazón de
la comarca de Bryndesville. El joven granjero siguió siendo eso, pues Cabilda no
había proferido su hechizo desde el corazón… Peter aún sigue buscando la roca
que obstruye el paso de agua en el río donde vio por primera vez el reflejo de
los ojos que realmente amó y por cobardía dejó escapar…
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